
Jacques Aubergy y Rodrigo Rey Rosa en el «café parisino» de Hispamer en Managua.
El último día del Centroamérica Cuenta me fui a la UCA de Managua para asistir al conversatorio “Centroamérica vista desde afuera”, en el que participaría el narrador hondureño Eduardo Bähr junto al guatemalteco David Unger y el costarricense Daniel Quirós. La moderación estuvo a cargo de la también hondureña Rosario Buezo.
El conversatorio inició de forma dubitativa, pues ni la moderadora ni los tres escritores invitados parecían saber exactamente cómo responder a esa pregunta sobre lo que pasa cuando se toma a “Centroamérica por cárcel”, según sugería la descripción del programa. Sin embargo, la cosa dio para un interesante debate, que hizo coincidir a los panelistas en la opinión de que la literatura centroamericana tiene pocas oportunidades de mostrarse fronteras afuera y que mucho de eso se debe a la falta de apoyo institucional en los países del área. Pero cuando se abrió la posibilidad de las preguntas o comentarios del público, el crítico y novelista salvadoreño Miguel Huezo Mixco dijo que lo que ahí se hablaba a él le parecía solamente una quejadera, pues nadie había aludido a los aspectos positivos que podían rescatarse de toda esa situación. A continuación hubo un interesante intercambio de opiniones entre los panelistas y el público, que también contó con el novelista hondureño Julio Escoto, y del que el resto de los asistentes pudo haber salido más que satisfecho, pues mostró que aún en las diferencias Centroamérica encuentra puntos en común para salir adelante con su literatura.
El resto de la tarde tuvo a la librería Hispamer, con su centro cultural “Pablo Antonio Cuadra” como escenario de los últimos tres conversatorios de la semana. Sin embargo, quise tomarme un descanso para quitarme la sed en el café de la planta baja, en donde me encontré en una mesa a Eduardo Bähr, que se nos había adelantado, y a los escritores costarricenses Warren Ulloa y María del Mar Oboza, así que me les uní. Nos tomamos unas cervezas e intercambiamos opiniones sobre el encuentro de narradores, y mientras tanto, vimos en una mesa contigua al editor y traductor francés Jacques Aubergy y al guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, en otra a Gioconda Belli y en una más a los académicos Héctor Miguel Leyva, Alexandra Ortiz Wallner y Werner Mackenback, y saludamos a los que pasaban, entre ellos Jorge Volpi y Leonardo Padura. En un momento de ensoñación me dio por imaginar que aquel café de Managua, que se llamaba El Molino, era en realidad el Café de Flore de París, y que en cualquier momento aparecería por ahí el fantasma de César Vallejo. Pero por mucho que aquello fuera Centroamérica Cuenta, un evento que había permitido reunir durante seis días a casi trescientos escritores en un país centroamericano, lo único parecido a Vallejo que tuvimos ese viernes fue un aguacero tremendo.
Centroamérica Cuenta volverá en 2018 y Sergio Ramírez, su fundador, ya dijo que será más grande que en las ediciones anteriores. Desde Honduras lo aplaudimos y se lo agradecemos.