En Costa Rica apareció una reseña de mi primera novela, Ficción hereje para lectores castos, a cargo de Héctor Hernández Gómez. Les dejo un fragmento a continuación:
Rodríguez nos advierte que tiene poca certeza de que lo narrado en esas páginas tenga algún grado de realidad; simplemente nos señala que puso en orden una serie de manuscritos que recibió de manera anónima. La publicación de estas páginas pasa más por su valor literario que por un eventual contacto con un hecho de la realidad. La historia o ficción ordenada, editada y publicada por Rodríguez nos cuenta el fallido secuestro de un famoso pastor Satanael Aguilar, así como las razones por las que cada uno de los cuatro miembros de la secta Los Herejes, llevó a cabo dicha travesura. La fallida fechoría lo único que busca es convertir el “divino” cuerpo de Satanael en un objeto de escarnio y risa pública. Demostrarles a los creyentes que el “rey está desnudo”, que de la boca de Satanael no emana la palabra divina sino su contrario, pútridas blasfemias. Los herejes, con su travesura, pretendían liberar a sus compatriotas hondureños del falso profeta. Ciertamente, ellos no aspiraban a convertirse en Joaquim de Fiore o Thomas Münzer, simplemente, querían mostrar la falsedad del discurso del famoso pastor. Toda esta divertida ficción me recuerda aquella famosa historia o ficción del robo de la virgen de los Ángeles, por algún travieso, en la segunda mitad del siglo veinte. Me imagino al ladronzuelo tomando la piedra y reventándola contra el piso cagado de risa, como si al reventar esa piedra se hiciera añicos el fervor cristiano del pueblo costarricense. Podríamos interpretar, que al igual que con la fechoría de Los Herejes en la Ficción de Rodríguez, el robo a la Basílica buscaba recordar que la piedra con forma de virgen no es divina, ya que la divinidad reposa en los cuerpos de los hermanos que sufren hambre, dolor y desprecio. Por ello, tanto el fallido secuestro, protagonizado por Los Herejes, como el robo a la Basílica de los Ángeles pueden ser tomados como simples travesuras, no obstante, su relevancia teológica puede ser mayor.
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