2017 fue para mí un año algo agitado. En todos los sentidos. Se publicó mi novela Los días y los muertos, cuya edición ya casi se agota en menos de un año en las librerías hondureñas. En febrero se presentó en la UNAH en Tegucigalpa y en marzo en UNAH-VS, pero también en varias universidades privadas e institutos de San Pedro Sula durante los meses siguientes, y salí del país en dos ocasiones para presentarla en la Feria Internacional del Libro Universitario de la UNAM, en México, en agosto, y en la Feria Internacional del Libro de Santiago, en Chile, en octubre. Antes, en mayo, había sido invitado a participar en el encuentro internacional de narradores Centroamérica Cuenta, en Managua, Nicaragua, en donde pasé una semana extraordinaria conociendo en persona a una gran cantidad de buenos escritores y conviviendo y bebiendo y comiendo con ellos. La faena del año terminó con mi participación en la FIL Guadalajara, en noviembre, que me dejó una muy buena experiencia y a la que espero volver uno de estos años. Ahí presenté mi última novela, Tercera persona, en una edición muy cuidada y bonita de Uruk Editores, de Costa Rica, y que estará disponible, al menos en un par de librerías de San Pedro Sula, este próximo febrero. Mientras estaba en Guadalajara fueron las Elecciones Generales y al volver a San Pedro fue el caos y fueron los muertos en las protestas el resultado lógico del fraude electoral.
En los últimos días del año nos cambiamos de casa y ahora que hemos pasado de año en el calendario y que se anuncia un paro nacional para el próximo 20 de enero, sigo en esta otra casa en la que ahora vivimos, revisando por las mañanas unos cuentos que podrían publicarse dentro de unos meses, preparando un taller de escritura de ficciones que daré desde inicios de febrero y los planes de las tres clases que impartiré en la universidad este periodo.
Sigo, también, llevando a mi hijo a la escuela por las mañanas y a sus prácticas de fútbol por las tardes; preparando el café y desayunando con mi mujer a las 7:00 am y leyendo Solenoide, la novela de Cartarescu, sobre todo por las noches. La vida está hecha de esas hermosas rutinas en las que, de vez en cuando, hay felices rupturas, que últimamente aderezo con más café, cervezas o gin-tonics azucarados. Este 2018 debería traer buenas noticias para mí, que incluyen la edición del libro de cuentos que mencioné antes, un par de nuevas ediciones de Los días y los muertos (dentro y fuera de Honduras) y algunos viajecitos al extranjero, para no perder la costumbre, el ritmo y la alegría que nos hace olvidar por ratos la política de este país hundido. Pero la mejor noticia sería, precisamente, la que tuviera que ver con la política. Los próximos días serán decisivos. Y algunos todavía tenemos esperanza.