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Rescato esta entrevista que me hiciera Karla Palacios para la revista CriticArte el año pasado luego de darse la noticia de que me habían otorgado el premio de novela «Roberto Castillo»:
Tu más reciente triunfo es ser el primer ganador del Premio Centroamericano y del Caribe de Novela “Roberto Castillo”. Más allá del reconocimiento del momento, el despliegue en los medios de comunicación y la «lluvia» de felicitaciones, a largo plazo, según tu opinión, ¿qué aportan los premios a la vida de un escritor?
R/ Aportan, sobre todo, dinero; y el dinero trae lapsos de tranquilidad. Aunque quizá aporten también la sensación de que, más allá del dinero, hay cierto reconocimiento al trabajo realizado.
Tradicionalmente, en los medios hondureños ha sido difícil encontrar espacios para la información sobre arte y cultura. ¿Te sorprendió que algunos medios reseñaran la noticia sobre tu premio? ¿Piensas que todavía cuesta encontrar espacios para las buenas noticias?
R/ Sí, lo de la cobertura del premio fue una sorpresa para mí, y creo que se explica por el hecho de que en Honduras estamos ávidos de buenas noticias, aunque, paradójicamente, las malas noticias son las únicas que parecen producir un beneficio directo para los medios de comunicación.
Honduras vive momentos muy complicados, sin embargo, tú abogas porque a pesar del panorama a veces desolador, se mantenga el buen humor. ¿Es posible que el conocimiento y análisis de la realidad lo vuelvan a uno irremediablemente pesimista?
R/ Sí, definitivamente es así. Ser optimista en países como el nuestro es ser ingenuo. Lo lógico es que seamos pesimistas y nos sintamos condenados. Y ante una perspectiva como esa el sentido del humor puede ser lo único que nos salve de la desesperación. Los hondureños tenemos un gran sentido del humor y eso quizá explique que seamos tan aguantadores.
Hablemos de tu proceso creativo. Tú escribes poesía, cuento y novela. ¿Cómo decides qué escribir, lo piensas en frío o te dejas llevar por lo que surja?
R/ La novela es el género al que le dedico casi todo mi tiempo; ahora, por ejemplo, en medio de mis actividades cotidianas, trabajo en dos novelas simultáneamente; paso tomando notas, dándole forma a las tramas, y en ese proceso a veces se me ocurren ideas para historias que exigen una tensión y un ritmo distintos, entonces escribo cuentos en dos o tres días, o los dejo inacabados durante uno o dos años, hasta que llega el momento en que les doy el toque final o los abandono por completo. La poesía, en cambio, sólo llega en los momentos de absoluta calma, y darle forma a un poema probablemente me cueste más que darle forma a una novela.
Como escritor, ¿qué te exiges a ti mismo? Como lector, ¿qué te exiges encontrar en una obra?
R/ Como escritor me exijo, ante todo, la precisión en el lenguaje; no me gustan las redundancias ni la verborrea. Un escritor que no domine su idioma y que no sepa utilizar las herramientas de ese idioma para ponerlas al servicio de la literatura no puede llamarse escritor. Como lector exijo casi lo mismo, pero debo agregar que en este caso el placer es fundamental para mí, así que si un libro me aburre, aunque esté muy bien escrito, lo dejo a un lado para empezar a disfrutar con otro lo más pronto posible.
En Honduras ha aumentado la publicación de libros de cuentos, no obstante, desde tu perspectiva, no siempre cumplen los requerimientos elementales para estar a la altura de los buenos cuentistas hondureños. ¿Cómo se es un buen escritor de cuentos?
R/ Quizá no sepa bien cómo se llega a ser un buen escritor de cuentos, pero sí estoy seguro de que en el cuento debe haber mayor tensión que en la novela y que no es lo mismo contar una perra que escribir un cuento. Creo que partiendo de ese mínimo conocimiento se puede empezar una búsqueda verdadera o llegar a una propuesta verdadera en la escritura de cuentos. Lo que ocurre con la mayoría de los que publican cuentos en Honduras es que ni siquiera han llegado a ese conocimiento y aparte, les cuesta superar sus problemas con la sintaxis o con los lugares comunes.
Existe la creencia entre las grandes masas de que la cultura y el arte son privilegio de una minoría, de aquellos pocos que pueden descifrar y entender el lenguaje de los artistas. Se piensa por ejemplo, que apreciar una pintura o una escultura no es para todos, que hay obras que leen solo los intelectuales y que la poesía no hay forma de comprenderla. Según eso, ¿hay entre los artistas un interés de permanecer inalcanzables? ¿O crees que deberían tratar de cambiar este pensamiento?
R/ Desafortunadamente no todo el mundo tiene acceso a la formación artística y eso, obviamente, imposibilita que todo el mundo llegue a apreciar una obra artística en toda su dimensión. Porque, aunque esto no le guste a muchos, el arte no es un asunto tan democrático como pretenden hacerlo ver algunos. Un artista se forma como artista, pero también el público debe formarse como público capaz de descifrar los códigos de una obra. No se trata de rebajar la obra para ponerla al alcance de la mayoría, porque esta mayoría generalmente es inculta y no establece diferencias entre, por ejemplo, un libro de recetas y uno de cuentos; se trata más bien de que el público aspire a estar a la altura de la obra, que sea capaz de decir algo más que “está bonito” o “está feo”. Un futbolista que no entrena no puede aspirar a ser un buen futbolista y de la misma manera un lector que no tenga suficiente experiencia como lector o que lo que haya leído no pase de Coelho y los libros de autoayuda no puede aspirar a comprender una buena obra literaria. La ambigüedad y la plurisignificación son elementos inherentes a la obra de arte y una obra que no los tenga no es arte sino artesanía. Así que el público, en lugar de quejarse tanto, debería empezar a cultivarse, si es que de verdad le interesa el arte.
Escribir es un desafío, publicar mucho más, pero publicar a otros autores debe ser una tarea aún más complicada. ¿Qué lo motivó a participar en el proyecto editorial Mimalapalabra?
R/ Precisamente las dificultades que identifiqué en su momento acerca de publicar literatura en Honduras. Yo soy de los que no espera que las oportunidades caigan del cielo sino que me las busco, y en esto he coincidido con algunos amigos que han publicado en la editorial Mimalapalabra.
Entre los conocedores parece haber muchas expectativas sobre tu carrera y lo que aportarás a la literatura hondureña ¿Sientes ese peso sobre tu espalda o se convierte esto en una motivación?
R/ El único peso que siento sobre mi espalda es un tanto egoísta y tiene que ver sólo con la necesidad de seguir trabajando y así garantizar el bienestar de mi familia. Las expectativas que pudiera generar en otros lo que yo escriba de ahora en adelante en realidad no son asunto mío. En cuanto a la motivación, eso yo lo he tenido siempre, incluso antes de que empezara a escribir. Lo que sí puedo garantizar es que mientras me dedique a la literatura, lo haré con la misma pasión y la misma seriedad con que lo he hecho hasta ahora.