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Una novela extraordinaria: La velocidad de la luz, de Javier Cercas. Hasta ahora yo había observado el recurso de la autoficción solamente en su vertiente lúdica, del modo en que la utiliza, por ejemplo, Vila-Matas, pero en esta novela de Cercas la autoficción no está para juegos, o por lo menos no para juegos agradables; aquí el autor, convertido en su propio personaje, indaga en la vida de otro personaje, pero al final sólo tendrá que vérselas consigo mismo.
De Cercas ya había leído Soldados de Salamina, El móvil y un libro de artículos, La verdad de Agamenón, así que motivado por la sensación que me había dejado La velocidad de la luz, me lancé a leer otra de sus novelas: El impostor, que me pareció extenuante y aburrida, quizá porque no soy español y la historia de España, específicamente la historia de un personaje en la Guerra Civil Española, no me atrae demasiado, sobre todo si está abordada de una manera tan minuciosa y aunque Cercas juegue en ella de nuevo con la realidad y la ficción, que es lo que más suele gustarme de sus libros. Pero La velocidad de la luz sí que me ha parecido fascinante, y creo que es una lectura obligada para quienes todavía no saben qué es eso a lo que llaman «autoficción» o no lo entienden aunque se los hayan explicado en un club de lectura o en un artículo de Babelia.