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Giovanni Rodríguez

~ Escritor. Honduras, C.A.

Giovanni Rodríguez

Archivos de etiqueta: MGallardo

Nueva reseña de Los días y los muertos

10 Miércoles May 2017

Posted by G. Rodríguez in Reseñas

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Los días y los muertos, MGallardo

Mario Gallardo hizo una de las dos presentaciones de mi novela Los días y los muertos en UNAH-VS en abril pasado. Entonces, leyó primera versión de este texto que tituló “Del narrador de la caverna a Los días y los muertos y viceversa”, en el que, entre otras cosas, dice que a mi novela le viene bien la etiqueta de lo neopolicial. Les dejo aquí la reseña:

Durante el pasado mes de marzo mi libro de cabecera fue Leer la mente, un esclarecedor ensayo de Jorge Volpi sobre las relaciones existentes entre el cerebro y el arte de la ficción. En las páginas iniciales de su propuesta el escritor mexicano reflexiona sobre el momento en que surgió la ficción narrativa y, novelista al fin, escoge contarnos una historia que ocurre en el principio de los tiempos y tiene como escenario una caverna iluminada por las tenues llamas de una hoguera, donde un vago antepasado homo sapiens salta, mueve los brazos, mientras emite una serie de sonidos guturales frente a un atento público troglodita.

No es fácil advertirlo, pero lo que todos pueden inferir es que horas atrás, mientras buscaba una ruta entre la nieve, se topó con un mamut colosal que le impedía el regreso a la caverna. Heroico, pese al monumental tamaño de la bestia, nuestro hirsuto antepasado, empuñando su hacha de sílice, decidió enfrentarla. De un salto, como si escalara un promontorio, subió a la grupa del mamut y logró asestarle un golpe providencial en un punto débil de su lanudo cuello. La sangre brotaba con profusión mientras el animal barritaba encabritado. Cuando por fin se desplomó sobre la nieve produjo un estruendo, un temblor de tierra. Al terminar la narración sobreviene un silencio entre los trogloditas, pero después se rompe, inundado por risas y algo parecido a los aplausos: la historia, sin duda, les había gustado.

Volpi añade que “el milagro es evidente, pero no radica en el carácter chapucero y vanidoso de la historia, ya que los miembros de la horda han reparado en la falsedad de la aventura, pero ello no les impidió escucharla y, a ojos vistas, disfrutarla, como si cada uno de ellos hubiese sido el verdadero protagonista”. La ficción se inaugura, pues, no cuando el primer humano miente, sino cuando los demás reconocen su mentira y prefieren ignorarla, seducidos por el artificio narrativo.

He tenido que apelar a esta evidente digresión porque nunca está demás volver a reflexionar sobre la esencia de la literatura, sobre la verdadera naturaleza de la ficción narrativa. Y en el caso de la obra que nos ocupa es imperativo ahondar en sus claves narrativas. Porque Los días y los muertos se maneja en un presente lleno de vivencias tan dolorosamente actuales, que bien podría justificarse una lectura referencial que disponga en un segundo plano los elementos literarios para enfatizar su correlato objetivo: la violencia y la inseguridad que campean a sus anchas en el seno de una sociedad atenazada por el miedo.

Pero esta aproximación “realista” a la novela de Giovanni Rodríguez implica postergar sus “valores literarios”, en los que precisamente se afincan sus mayores logros, porque Los días y los muertos en tanto propuesta narrativa va mucho más allá de la simple relación especular con una sociedad en crisis, abatida por los desaciertos de los gobernantes que han creado el caldo de cultivo ideal para la proliferación del crimen organizado en todas sus variantes.

Ganadora del I Premio Centroamericano y del Caribe de Novela “Roberto Castillo”, Los días y los muertos, la segunda novela de Giovanni Rodríguez después de la polémica Ficción hereje para lectores castos, es una incursión en los terrenos de la inseguridad y la violencia flagrante que definen, desde hace un par de décadas, el devenir de los países centroamericanos del llamado “Triángulo Norte” (Guatemala, El Salvador, Honduras). Rodríguez elige a San Pedro Sula, la ciudad más violenta del mundo —según estadísticas de organismos internacionales, pese a que el gobierno hondureño insiste en que “esos índices han bajado” — como ámbito central de la acción novelesca; pero más allá de los tópicos que pudieran surgir de tal escogencia, la trama se asienta definitivamente en la figura de López, el periodista honesto y con ambiciones literarias que un día decide investigar por su cuenta el escabroso crimen cometido por Guillermo, un enigmático joven de 24 años, que apuñaló en el corazón a su amigo Walter, de 19 años, en el estacionamiento de un centro comercial.

En su afán por esclarecer los móviles del asesino, López inicia un viaje a los bajos fondos de la ciudad, y se vale de su relación con la policía para obtener información confidencial, pero luego se ve sorprendido por la puesta en libertad de Guillermo, favorecido por la proverbial torpeza investigativa de las autoridades policiales. Pero este hecho, que hubiese marcado el final de las pesquisas de López, más bien definirá el nuevo rumbo que seguirán las inclinaciones detectivescas del periodista. Rodríguez aquí continúa una línea de reinvención de los usos y costumbres del relato policial en Latinoamérica que viene gestándose desde Osvaldo Soriano, Mempo Giardinelli, Ramón Díaz Eterovic y Paco Ignacio Taibo II hasta llegar a Leonardo Padura y su invención más afortunada: el teniente Mario Conde. Es en esta línea donde se define la real dimensión narrativa de Los días y los muertos, aunque los miembros del jurado también han destacado aspectos tales como su dimensión estilística: “una prosa fluida y bien estructurada”, así como la “notable destreza en la construcción de los personajes, los cuales se nos revelan convincentes y subjetivos”.

La novela de Rodríguez encaja perfectamente en la etiqueta de lo neopolicial, afincada en la proposición de Padura al precisar “su ejercicio de crítica social, aun en tiempos de herméticos juegos posmodernos”. Extremo que cobra validez en Los días y los muertos, donde la noción del enigma pierde fuerza para terminar convertido en mero pretexto para las reflexiones de López, un verdadero outsider que enjuicia al sistema y sus instituciones, pero sin perder de vista el carácter primario de su dilema existencial.

De allí la importancia de los escarceos amorosos de López entreverados en fragmentos cargados de reflexiones sobre la vida y largas parrafadas en torno a sus aspiraciones literarias. Aquí es donde Rodríguez despliega toda una serie de técnicas intertextuales para reforzar el carácter dialógico de su novela: la mise en abyme, el diario personal, narraciones paralelas y la “teoría de la noche”. Este arsenal de recursos obedece a la intención de representar la vida misma, como diría Taibo II, en ese momento cuando ya no importan los héroes y todo redunda en contar historias sencillas de hombres y mujeres comunes: la del periodista López, la tragedia de los amigos Walter y Guillermo, el fatal infortunio de las hermanas Paz.

En Los días y los muertos está clara la premisa esbozada por De Santis en torno a la actual narrativa policial latinoamericana cuando subraya que esta no nace con el crimen “sino con la desaparición del crimen, el borramiento del crimen como hecho moral y aun humano, para que quede solo como problema intelectual, como desafío gnoseológico”. Y este problema intelectual, este desafío implícito en el horror, es precisamente el origen de las pesquisas de López, en el momento en que se impone un deseo casi insoportable por saber, por conocer todos los detalles, por encontrar sentido a los muertos y a los días, aunque en este afán se juegue la vida.

Estructurada como si fuese un juego casi delirante de planos y contraplanos textuales, Los días y los muertos no sólo revela los círculos concéntricos del infierno que son el pan nuestro de cada día en la pretenciosa “metrópoli sampedrana”; además de asumir la condición de incómodo testigo de su época, Giovanni Rodríguez, como el impostado narrador de la caverna, ha urdido un elaborado artefacto narrativo, y a nosotros, auténticos trogloditas del siglo XXI, no nos queda más que celebrarlo.

* Texto leído en la presentación de Los días y los muertos. Biblioteca de la Escuela de Ciencias de la Salud UNAH-VS, San Pedro Sula, Cortés, abril 5 de 2017.

 

Poetas

24 Jueves Mar 2016

Posted by G. Rodríguez in No-Diario

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JAFunes, JGonzález, LAlvarado, MAMadrid, MGallardo, OAcosta, RSosa

En una nota publicada por diario La Prensa hace algunos días, Mario Gallardo, Marco Antonio Madrid y yo fuimos consultados por Juan Carlos Rivera, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Poesía, sobre el estado de la poesía hondureña actual. Los tres coincidimos en considerar a Leonel Alvarado y José Antonio Funes como los “herederos inmediatos” de lo que nos dejaron poetas como Roberto Sosa y Óscar Acosta, las cabezas más visibles de una gran generación de poetas hondureños integrada también por  Rigoberto Paredes, José Luis Quesada, José González, Efraín López Nieto, Galel Cárdenas, José Adán Castelar, Pompeyo del Valle o Nelson Merren, y precedidos por otros grandes como Antonio José Rivas y Edilberto Cardona Bulnes.

Además de Alvarado y de Funes, yo apuntaría también a Marco Antonio Madrid en la pequeña lista de esos nuevos poetas, verdaderos artistas de la palabra, que demuestran que la poesía no es cualquier cosa sino, precisamente, el más difícil de los géneros literarios.

En la nota de La Prensa no aparece el nombre de José González (Las órdenes superiores (1985), La poesía me habla (2001), Memoria de Atahualpa (2013), entre otros libros de calidad incuestionable) y sí aparece, en cambio, algún nombre que todavía no tiene los méritos necesarios para estar entre los grandes. Hay otro dato que debe ser enmendado: Mario Gallardo figura como cuentista en la antología de cuento Puertos abiertos, de Sergio Ramírez, y no en Puertas abiertas, que es una antología de poesía. Pero son cosas que suceden con demasiada frecuencia en la premura del periodismo, así que habrá que disculpar al periodista.

El espacio destinado a la nota, nos advirtió Juan Carlos Rivera, no era mucho, así que debíamos tratar de emplearlo de la mejor manera: hablando de los poetas que valen la pena. Porque los poetas abundan en esta aldeíta nuestra; yo, incluso, he publicado tres libritos en ese género y hasta un par de premios he ganado, pero uno no debe andar por ahí pregonando que es poeta, sobre todo cuando tenemos en nuestra historia literaria nacional muy buenos referentes, y cuando vemos que, aunque seamos contemporáneos de poetas como Leonel Alvarado, José Antonio Funes y Marco Antonio Madrid, nos falta mucho para estar a su nivel.

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Tres por Tres. Galería

08 Domingo Nov 2015

Posted by G. Rodríguez in Sin categoría

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MGallardo, RLópezL

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Algunas fotos de la presentación el viernes de La caída del mundo, Perro adentro y Las virtudes de Onán en …

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¿Dónde están los que cuentan en Honduras?

11 Martes Ago 2015

Posted by G. Rodríguez in No-Diario

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AGarcía, CRodríguez, DArita, EBähr, ELara, FRivera, GCampos, JdeDPineda, JEscoto, JJBueso, JMartínez, JMedinaG, JMTorresF, JSánchez, JVindel, KBruhl, MCálix, MdeJPineda, MERamos, MGallardo, OAcosta, RLópezL, SRamírez

Cuentos

No han pasado 50 años (los que recomendaba Borges para estar en condiciones de leer un libro y emitir un juicio sobre él) desde que se publicara el más antiguo de los libros de cuentos que mencionaré en este texto, pero me permitiré hacer unas cuantas observaciones que valdrán, aunque sea, para que iniciemos una discusión. Las discusiones, ya saben, son buenas para la literatura, aunque no tanto para quienes la escriben.

Luego de explorar algunos de los libros de cuentos más recientes de la literatura hondureña me queda la impresión de que no todos sus autores saben qué es exactamente un cuento, o por lo menos, no todos saben cómo ha evolucionado este género. Sí lo saben, definitivamente, Felipe Rivera Burgos (Para callar los perros, 2004), Mario Gallardo (Las virtudes de Onán, 2007), Dennis Arita (Final de invierno, 2008, y Música del desierto, 2011) y Raúl López Lemus (Entonces, el fuego, 2013), quienes además de saberlo, logran construir, más allá de la anécdota y del servilismo ideológico, verdaderas piezas narrativas con todos los rigores y las exigencias del género.

Entre las mujeres, María Eugenia Ramos (Una cierta nostalgia, 2000), Marta Susana Prieto (Melodía de silencios, 2003) y Jessica Sánchez (Infinito cercano, 2010) han mostrado también saber cómo se hace un cuento, aunque me permito observar que en Sánchez el afán feminista da al traste a veces con su prosa; en el cuento “Margarita”, por ejemplo, leemos frases como “Yo creo que cuando una tiene un compromiso con la gente, es difícil zafarse de eso” y “mientras yo, testigo muda” (las cursivas son mías), que, obviamente, no contribuyen a la demostración del talento que la autora tiene debajo de ese ropaje feminista.

En una búsqueda auténtica se encuentra Gustavo Campos (Katastrophé, 2012). Algunos de los textos de este autor se mantienen en una indefinición: ¿cuentos o fragmentos de novelas inacabadas o en construcción? Eso, si hablamos de narrativa en general, no representa ningún problema; de hecho, la mezcla de géneros literarios está muy en boga y es muy interesante, pero aquí pretendo identificar y comentar únicamente los aportes en el género del cuento en algunos autores hondureños recientes. Quizá una mejor organización de las ideas y una lectura más atenta de los maestros del género puedan permitir en las futuras creaciones de Campos un mayor afinamiento del género.

Martín Cálix (Partiendo a la locura, 2011) es, junto a Campos, probablemente el más joven de los autores con cuentos publicados en los últimos años. El desconocimiento en Cálix de que no todo lo que se escribe es publicable no le ha permitido mostrar unos cuentos más acabados, más apegados a las normas que rigen el género; su libro muestra atisbos de un cuentista que parece estar muy cómodo en su versión beta, y si esa comodidad se extiende a sus próximos libros, no veremos de él nada digno de mención en el futuro.

El nombre de Kalton Bruhl ha irrumpido en la escena literaria hondureña con tres libros de cuentos: El último vagón, Donde le dije adiós y Un nombre para el olvido, todos publicados en 2014. Se nota en este autor una inclinación hacia géneros poco cultivados en la literatura hondureña: el relato de terror, el histórico y hasta la ciencia ficción, así como la predilección por paisajes y personajes ajenos al contexto hondureño. En Bruhl identificamos también un apego a formas tradicionales en la construcción de la narración breve: la solución ingeniosa, los finales sorpresivos. Son textos escritos con entusiasmo e ingenuidad a partes iguales, a veces correctos, a veces descuidados, en los que todavía no se atisba una voluntad de ruptura o al menos de distanciamiento que permita señalar un aporte significativo al género en Honduras.

También con libros de cuentos publicados, hay que mencionar a Javier Vindel (El domador, 1988; El traje camaleón, 1994; Proyecto H, 2005), Edilberto Lara (La imagen y el espejo, 2005), Armando García (Hasta no ver…, 2007) y Manuel de Jesús Pineda (La noche aparte, 2009).

Hay otros nombres a los que podríamos ir poniéndole la etiqueta de cuentistas pero que aún no han publicado libro. En Entre el parnaso y la maison, una recopilación de textos narrativos de autores de la Costa Norte publicada en 2011, se apuntan a esta lista Jorge Martínez, Carlos Rodríguez y Juan José Bueso, los últimos dos con cuentos muy interesantes.

En la antología de cuento centroamericano Puertos abiertos, de Sergio Ramírez, además de Óscar Acosta, Eduardo Bähr y Julio Escoto, consumados cuentistas, figuran Mario Gallardo y María Eugenia Ramos, que ya he mencionado, junto a Juan de Dios Pineda (Andares y cantares, 1992) y Jorge Medina García (Pudimos haber llegado más lejos, 1989; Desafinada serenata, 2000; y La dignidad de los escombros, 2002). Destacan, entre los menos conocidos, “Sensemayá-Chatelet”, de Pineda y “Las virtudes de Onán”, de Gallardo.

En una antología centroamericana más reciente, Un espejo roto, también de Sergio Ramírez, por Honduras, además de Sánchez, Bruhl y Campos, aparece José Manuel Torres Funes con un cuento que demuestra habilidad en el autor. Los otros textos de la antología están signados por el descuido en la redacción y el feminismo entrometido (“Margarita”, de Sánchez), la solución aparentemente ingeniosa pero más bien de mal gusto (“Banana Republic”, de Bruhl) y la indefinición del género (“El paseo”, de Campos). Con todo, este último es el que muestra una búsqueda más auténtica y el que está más a la altura de las aspiraciones de la antología.

(Nota en actualización permanente en la medida en que conozca y lea a otros autores de cuentos que tengo pendientes).

¿Cómo debería ser la nueva narrativa hondureña?

09 Domingo Ago 2015

Posted by G. Rodríguez in No-Diario

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AMGalindo, CFGutiérrez, EBähr, FTurcios, JEscoto, LGamero, MCarías, MGallardo, OAcosta, RAAmador, RCastillo

Alguien me preguntó hace poco, luego de discutir acerca de lo que a estas alturas ya no se debería escribir en la narrativa hondureña, cómo debería ser la narrativa que se escriba en estos tiempos en Honduras. La pregunta pone en jaque a cualquiera y eso sucede porque resulta fácil identificar en nuestra historia literaria cuáles han sido los patrones seguidos y luego compararlos con la literatura de otros ámbitos, pero no resulta tan fácil identificar lo que se produce en este momento. A la literatura es menos difícil verla en retrospectiva que en el momento en que surge. En este sentido, los cincuenta años a los que aludía Borges son un buen punto de partida.

Sabemos unas cuantas cosas respecto a lo que escribieron quienes estuvieron antes que nosotros:

  1. Que Lucila Gamero escribió novelas lacrimógenas y hasta cursis pero que en Blanca Olmedo demostró que sabía cómo debía hacerse una buena novela lacrimógena y cursi. Aun así, no deberíamos repetir a Lucila Gamero.
  2. Que Angelina de Carlos F. Gutiérrez es de los primeros intentos de narrativa producidos en Honduras y que su romanticismo y sus rasgos naturalistas no deberían caber en nuestra narrativa contemporánea. Si acaso, en clave de parodia.
  3. Que Froylán Turcios publicó sus textos narrativos a principios del siglo XX y escribía bajo el influjo del romanticismo y del modernismo, nada que deba reproducirse ahora.
  4. Que Ramón Amaya Amador ya escribió todas las novelas realistas-socialistas que podían escribirse en Honduras, que su afán denunciatorio y su tono a veces panfletario debería verse superado en nuestra generación.
  5. Que Arturo Martínez Galindo entre 1923 y 1940 y Óscar Acosta en 1956 fueron los dos narradores que de verdad rompieron los moldes narrativos de su tiempo en Honduras y que acabaron, aunque sólo en su propia obra puesto que no tuvieron eco entre sus contemporáneos, con el romanticismo machacón y el realismo costumbrista.
  6. Que no fue sino hasta la llegada de Marcos Carías, Eduardo Bähr, Roberto Castillo y Julio Escoto que la narrativa hondureña pareció tomar el relevo de Martínez Galindo y Acosta y mostró voluntad renovadora.

Sabiendo esto, podemos al menos visualizar un punto de partida. Y desde ese punto de partida intentar responder a la pregunta “¿Cómo debe ser la narrativa que se escriba en estos tiempos en Honduras?”.

En los siguientes enlaces encontrarán dos acercamientos míos a una posible respuesta:

  1. Discurso airado o cómo reventarse el hígado en siete libros y medio.
  2. Narrativa hondureña actual: una voluntad posmoderna.

Mario Gallardo también escribió algo sobre la narrativa hondureña. Para leerlo, sigan este enlace: Honduras, magnífica y terrible.

Agenda

Giovanni Rodríguez. Foto: Emilio Flores.
Giovanni Rodríguez. Foto: Emilio Flores.

Libros publicados:

Teoría de la noche (2020).
Teoría de la noche (2020).
Los días y los muertos (2da. Ed. 2018)
Los días y los muertos (2da. Ed. 2018)
Tercera persona (2017).
Tercera persona (2017).
La caída del mundo, 2015.
La caída del mundo, 2015.
Café & Literatura (2012)
Café & Literatura (2012)
Melancolía inútil (2012)
Melancolía inútil (2012)
Ficción hereje para lectores castos (2009)
Ficción hereje para lectores castos (2009)
Las horas bajas (2007)
Las horas bajas (2007)
Morir todavía (2005)
Morir todavía (2005)

En Amazon:

Algunos libros del autor en versión Kindle o impresos en tapa blanda para pedidos desde cualquier parte del mundo en su página de Amazon.

Sobre Los días y los muertos:

https://www.youtube.com/watch?v=cZQdho1DiaI

Entradas recientes:

  • Entrevista sobre Teoría de la noche
  • Teoría de la noche
  • Los días y los muertos: lo que queda entre líneas
  • Entrevista en revista El Camaleón
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  • El difícil arte de entender muy mal
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  • Prólogo a antología de Juan Ramón Molina

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Entrevista UTV

https://www.youtube.com/watch?v=G7wDz7TIZig&t=122s

Presentación de LDyLM en Tegucigalpa

https://www.youtube.com/watch?v=380Mb9zgvQY&list=FLK889KMtSxEZ4R9f-ao-PDg

Fallo del Premio Roberto Castillo

https://www.youtube.com/watch?v=H0XU4-6rf0w&t=1s

Ficción hereje para lectores castos

https://www.youtube.com/watch?v=wjfcJoc7EFY

La caída del mundo

https://www.youtube.com/watch?v=BVwALTE8IX8

Café con Shandy

https://www.youtube.com/watch?v=WDAhn1JGDF0&t=111s

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